martes, 24 de marzo de 2020

Ganadores IV Concurso de Cuento Corto UN en la Web



IV Concurso de Cuento Corto UN en la Web

Puesto y categoría
Cuento
Autor
Primer puesto:
temática libre

Carmen Eliza Grajales

Estamento: estudiante de Ingeniería Industrial de la Facultad de Minas
Segundo puesto:
temática libre

Laura Carolina Álvarez Morales

Estamento: estudiante de Ingeniería Agronómica de la Facultad de Ciencias Agrarias
Tercer puesto:
temática libre
Santiago Jaramillo Gil

Estamento: estudiante de Ingeniería Civil de la Facultad de Minas
Cuento ganador en otro Idioma


Victor Manuel Quintero Pulgarin

Estamento: estudiante de Ingeniería Forestal de la Facultad de Ciencias Agrarias
Cuento más comentado en redes sociales


Carlos Alberto Zapato

Estamento: docente de la Facultad de Minas

sábado, 30 de abril de 2016

IV CONCURSO DE CUENTO CORTO EN LA WEB U.N.

Este es el espacio creado para la publicación de los cuentos del IV Concurso de Cuento Corto en la Web, que organiza la Universidad Nacional de Colombia -Sede Medellín.

En este blog se plasma el talento que tiene la comunidad UN a través de la palabra escrita.

Se premiarán los primeros 3 cuentos, que serán elegidos por un jurado calificado, pero además se premiará la categoría especial en Redes Sociales, que la ganará  la persona que logre más comentarios en los cuentos  en este blog.

Informes: 4309569
dcultura_med@unal.edu.co





lunes, 14 de marzo de 2016

TE ODIO DIARIO

Por Juan Esteban Perez Villa

Las 2am. Salgo a ver por el balcón. La luna me habla, “estúpido” dice, la insulto y vuelvo a entrar, es imposible, no puede tener razón.
4:30am. Imágenes asaltan mi cabeza, mi cabeza que solo da vueltas y vueltas al final de esta noche o comienzo de la madrugada, imágenes tristes. Confundo las palabras cuando trato de decir algo importante, me invaden arcadas incontrolables, vomito, dejo el baño oliendo a rosas. Vuelvo a mí, pero no.
6am. Corro, corro como nunca antes lo había hecho, corro, pero no llego a ningún lado.
9:30am. "Que es la vida humana sino la suma de todos sus recuerdos." pensando yo, ayer estuve muerto.
12am. Me asaltan tres tristes tigres que solo querían algo de dinero para poder comer trigo, el mundo se está yendo al carajo y yo con él.
2:45pm. Hora de levantarse de la cama, salir a caminar y disfrutar de la vida. llego a la puerta, abro, todo está azul, vomito, creo que no caminare hoy.
5pm. -Es imposible, claro que es imposible, deja de pensarlo.
"deja de pensarlo" dice, claro, claro que sí, dejare de pensarlo, algún día, alguna hora, algún minuto, algún segundo.
-Te odio, con el alma te odio, y aun así te quiero más que a mí.
-deberías despertar, no es bueno, nada de esto.
-no quiero.
-entonces muérete.
6:35pm. Salgo al balcón, la luna me mira feo, no me responde, ¿habré hecho algo malo anoche?
Tengo esta increíble duda sobre si saltar o no. Un pájaro se asienta al lado, comienza a regurgitar, me da asco, le tuerzo el cuello y le arranco un ala, creo que aprendió la lección. Me distraigo, no salto.
7:50pm. Me llama mi madre, dice que tengo que ver la nueva sala que organizo con tanta devoción, no respondo. Se va.
8pm. Debí responder.
11:22pm. Me encuentro con una angustiada rata en la esquina de un viejo bar, llora desconsolada, no sabía que hacer así que le obsequie un poco de queso, pensé que eso la calmaría. Da un mordisco y me lo escupe en la cara, no lo soporto, pero aun así la quiero. Se larga por el mismo hueco en la pared por el que llego. Decido quedarme.
12:40pm. Pierdo la paciencia, la vergüenza y la pasión. No sale de mi cabeza. Salgo al balcón y hay sangre, me tiro hacia el vacío, por fin la luna voltea a verme, "estúpido" dice, "estúpido". Lo soy, lo sé, no le respondo, me duele el estómago, ojalá se me pase rápido.

EL PACIENTE 345-3

Por Sergio Luis Arango Montes.

Es el cuarto en este mes, decía trémulamente mientras secaba el sudor de su frente, pero es el primero que encontramos, bueno… Lo primero que encontramos de alguno de ellos.

El día avanzaba, lentamente el sol comenzaba a ponerse en el horizonte, la rústica choza en la cual se encontraban reunidos era un viejo bar, ahora olvidado en medio de las montañas, ¡la mina está maldita!, dijo la vieja encargada, que por esos días a penas y se podía contener, el terror la consumía cada tarde un poco más, será mejor que se larguen si no quieren ser pellejo en la mañana, ¡maldición vieja deja las supersticiones!, dijo Oracio, un hombre curtido por los años y el duro trabajo de montaña, terminemos nuestra tarea antes del anochecer y volvamos a beber un trago, dijo José tranquilamente.

Me tiene arto esa vieja, sus cuentos de fantasmas son una molestia, yo solo vine aquí para saber que pasó con los mineros, refunfuñaba Oracio mientras se adentraban en el bosque, el sujeto que encontramos… Bueno lo que quedaba de él, ¿qué le habrá pasado?, déjate de tonterías José, ¿acaso le estás prestando atención a los cuentos de esa vieja?, claro que no, es muy extraño y tú lo sabes Oracio.

 Adentrados en el bosque, no se percataron de la oscuridad, el sol se había puesto, ahora en cercanías a la mina, separados el uno del otro a penas y podían escucharse. Una extraña bruma surgía de la nada, densa, helada, ¡Ah¡, el desgarrador grito de su amigo, ¡Oracio! Pensó, rápidamente corrió al lugar donde lo había visto por última vez, al llegar, no lo podía creer, sangre en todas partes, sus vestiduras desgarradas, solo piel y huesos quedaban de él, no es posible se dijo José, una débil brisa le hizo saber que debía huir, corría rápidamente en medio de la oscuridad, las ramas de los arbustos le cortaban la piel en su desenfreno, un olor pútrido comenzaba a reinar, mientras le seguían frenéticos pasos, y un rugido fantasmal perforaba sus oídos, su frenética carrera le hizo tropezar y caer, entonces se sintió pesado, mucho más de lo normal, y un agudo dolor le hizo perder la conciencia.

Lo encontramos en la carretera, explicaba el grupo de personas al doctor. Sus heridas son graves, pero está fuera de peligro, sin embargo no me explico cómo pudo perder toda la piel y parte de la carne de su espalda, decía claramente horrorizado el doctor del paciente 345-3

UNA CARTA BAJO LA SOMBRA DE UN SUEÑO

Por: Jefferson Wilder España  

¿Estás?, llegue casi a rastras, he resbalado en el pastizal y creo que me he torcido el tobillo mientras corría de los perros desde tu portón; la noche está muy oscura, me pregunto si te importará lo que me paso, aunque después de todo ya estoy frente a tu puerta, ahora no sé si tocar; solo traje esto para ti, es un regalo, lo que te prometí; sabes que soy muy malo en aquello y siempre suelo demorarlo pues no me considero bueno en escribir ni mucho menos al amor, soy muy plano es lo que dicen, a decir verdad es lo que creo de mí; jamás he escrito algo digno de sorprender o enamorar a alguien, jamás pensé en ti, si, jamás pensé en ti, ni siquiera cuando tu abuela toco mi puerta cierta tarde buscando referencias de donde vivías, yo ni siquiera te recordé y la pobre se fue sin saber de su más querida nieta.
Como podrás ver no movías nada en mí, ni siquiera regocijo sentía al verte, excepto aquel miércoles, el día que pase cerca del viejo portón de tu finca, a lo lejos vi tu silueta, tu aire me inundo de alegría, sentía que ahogaba de placer, fue raro, recosté mi cabeza sobre la macana que sostenía el cercado, y puse mis brazos sobre el viejo alambrado, ya casi no puyaba de lo desgastado, a decir verdad fue lo que menos me importo, solo me detuve a observarte embelesado con el asiduo arreglar de tus flores, parecías benigna para ellas, tu su protectora y para mí como un ángel que adorar. Perdóname, pase de ser un fantasma huyente de tu luz, ahora eres la creadora de mis sueños, y yo allí parado viéndote regar tu jardín, atravesaste mis ojos y desde entonces solo pienso en ti muy lentamente, y en las noches te dibujo dentro de mí, y en el alba te borro para volverte a dibujar en mi corazón al desayuno, ya la cuchara queda limpia en la cena, fría y celosa de que yo parafrasee cosas en mi mente, de esas que llaman amor, de esas que me hacen pisar charcos de agua como un niño y reír como un tonto al recordar tu sonrisa hasta que finalmente te abstraigo en la efímera imagen en la que siempre estamos juntos, unas veces sonriendo en el pastizal mientras esperamos el atardecer, otras veces riéndonos de lo más simple como que tu gato en la noches se cree perro pues le ladra las estrellas, y yo un gato que ronronea y hace piruetas al observar tu sonrisa; bendita sonrisa que ya me tiene loco, delirando y escribiendo locuras, ignorándolo todo, como un lucero en la esquina más lejana del universo, solo brillando, viviendo para iluminar tus rosas, tus hortensias y lirios, alumbrando para que vivas junto a mí, arrancar de mi la timidez, derroche de humanidad limitada que hace pensar que seré tu superhéroe eterno, que cuidara de ti en estas diatribas, aun cuando lo único que quiera es poder algún día morir a tu lado.

Y aquí lo tienes te escribí dos cartas, creo que las dejare bajo tu puerta.

Niña de mi realidad, anhelo ver tu rostro al leer la segunda, cuando por fin sepas quien soy. 

DECISIONES

Por Juan Felipe Morales Cardona


Finalmente sonrió. Sonrió aliviada tras observar el cuerpo inmóvil de ese demonio con forma de hombre. El corazón de aquel sujeto desaceleraba dramáticamente a falta de sangre, que estaba prácticamente ausente desde que el proyectil de una Waltherr 9 milímetros le atravesó una arteria, dejando una herida tan profunda que toda la culpa que pudieran alojar sus venas emanó como si de una cascada se tratara. 

Ella apartó la vista de ese casi cadáver e invirtió algo de tiempo en acicalar su cabello crespo, de esta forma invocaba a sus más ocultos pensamientos para tomar su próxima decisión. Decidió entonces dejar el lugar para convertirlo en un olvido y con sus pies movía el mundo hacia atrás a la par que dejaba un rastro rojo sobre el suelo. Con cada paso que daba llegaba una nueva reflexión, todas coincidían en que nada de lo que hizo había estado mal, su sonrisa no desaparecía, la justicia, su propia justicia, irradiaba en su permanente sonrisa.

A lo lejos el sonido de una ambulancia parecía aproximarse, le producía una jaqueca insoportable, eran como gritos que la perseguían e intentaban persuadirla para que desistiera de la única decisión que había podido tomar en su vida, tuvo que apresurar su andar. Después de un par de horas visualizó por fin el lugar que había escogido. Con la fuerza de una bestia trepó el árbol más alto, abrió sus brazos y se sintió como un pichón listo para salir de su nido. Desde la punta recordó de nuevo ese médico ignorante al que le enseñó la lección más importante de medicina, la muerte era a veces la mejor cura y él la había privado de ese derecho a estar mejor, ese mismo médico que ahora paradójicamente se  encontraba agonizando a causa del disparo no tenía derecho alguno para  obligarla a vivir una vida que ella no quería vivir.

Unas cuantas aves acompañaron su despegue, unas cuantas hojas acompañaron también su brusco aterrizaje, pero su sonrisa permaneció inmóvil.